14/11/24 – 10:00 A.M
Pakistán se consolidó como una potencia nuclear en mayo de 1998, cuando realizó exitosamente cinco pruebas nucleares en las colinas de Chagai, ubicadas en la provincia de Baluchistán. Estas pruebas marcaron el fin de un largo y cuidadoso proceso de desarrollo que Pakistán había iniciado bajo el nombre de Proyecto 706. Este programa secreto, lanzado en 1974 por el primer ministro Zulfiqar Ali Bhutto, surgió en respuesta a las pruebas nucleares de la India en ese mismo año. Con la creación de una infraestructura sólida y las capacidades necesarias para la extracción y manipulación de materiales fisibles, Pakistán tenía como objetivo último el diseño de su propia bomba nuclear, buscando equilibrar el poder en la región.
El Proyecto 706, cuya implementación fue un desafío en Múltiples sentidos, implicó no solo un desarrollo tecnológico sin precedentes, sino también la garantía de mantener sus instalaciones en un ambiente seguro y alejado de amenazas externas. No obstante, la posibilidad de un ataque aéreo israelí contra sus instalaciones nucleares fue una preocupación constante para los líderes paquistaníes. Aún más alarmante era la posibilidad de una colaboración entre Israel e India para llevar a cabo una operación conjunta con el fin de neutralizar el programa nuclear de Pakistán, evitando que este se convierta en una nación con poder atómico.
Las tensiones aumentaron cuando la comunidad internacional comenzó a ver indicios de una posible intervención militar israelí. Pakistán recordaba los antecedentes de Israel en este tipo de operaciones, particularmente la destrucción del reactor nuclear Osirak en Irak en 1981, llevada a cabo por la Fuerza Aérea Israelí en un ataque sorpresa que eliminó las capacidades nucleares del país árabe. Este hecho demostró que Israel no vacilaría en intervenir militarmente si consideraba que la estabilidad de la región estaba en riesgo. La posibilidad de un ataque similar sobre Pakistán mantendría a sus líderes en alerta máxima.
Con el avance del programa nuclear paquistaní, altos funcionarios comenzaron a realizar esfuerzos diplomáticos para mitigar la amenaza de un ataque. A medida que las pruebas nucleares de Pakistán se aproximaban, el embajador paquistaní ante las Naciones Unidas, Ahmed Kamal, buscó transmitir los temores de su país a importantes figuras de la ONU, incluido el secretario general, Kofi Annan. Paralelamente, los representantes paquistaníes también se comunicaron con la administración de Bill Clinton en Estados Unidos, en busca de su apoyo para disuadir a Israel de cualquier acción militar.
En medio de estas tensiones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien gobernaba en esa época, envió señales de tranquilidad a través de su representante en la ONU, Isidor Dore Gold, y su embajador en Estados Unidos, Eliahu Ben-Elissar. Ambos diplomáticos sostuvieron reuniones con funcionarios paquistaníes para asegurarles que el gobierno de Israel no planeaba atacar las instalaciones nucleares de Pakistán, a pesar de las fuertes preocupaciones que Israel tenía sobre el desarrollo nuclear en la región.
A lo largo de los años, Israel había observado el progreso nuclear de Pakistán con aprendizaje. Antes de que Pakistán siquiera alcanzara la capacidad para fabricar una bomba nuclear, la administración israelí ya había expresado sus reservas y miedos ante el posible avance nuclear paquistaní. En 1979, el primer ministro israelí Menachem Begin incluso llevó sus inquietudes a la primera ministra británica Margaret Thatcher, intentando movilizar apoyo internacional para limitar el programa nuclear de Pakistán. Sin embargo, estas gestos no lograron el respaldo militar que Israel podría haber esperado de sus aliados occidentales.
La tensión llegó a la Casa Blanca, y el entonces presidente Ronald Reagan dejó en claro que Estados Unidos no apoyaría un ataque israelí contra Pakistán. Reagan advirtió a Israel de las graves repercusiones que tendría cualquier intento de intervención militar en Pakistán, e instó a la vía diplomática como la única solución aceptable. Esta postura firme de Estados Unidos, sumada a la presión internacional y los esfuerzos diplomáticos paquistaníes, fue clave para evitar una escalada de las tensiones.
Las conversaciones entre los funcionarios paquistaníes e israelíes también desempeñaron un papel importante para aliviar el clima de confrontación. Aunque Israel mantenía reservas respecto al programa nuclear de Pakistán, el compromiso de diálogo abierto y las promesas de no intervención ofrecieron una salida diplomática al conflicto, que de otro modo podría haber resultado en una confrontación militar con potenciales consecuencias devastadoras para la región.
A pesar de la contención diplomática, Israel continuó vigilando cerca del desarrollo nuclear de Pakistán, adoptando una postura de monitoreo y alerta constante. Aunque Pakistán consiguió finalmente su objetivo de desarrollar una capacidad nuclear, Israel dejó claro que cualquier paso en falso en el uso de esta tecnología podría activar nuevamente su respuesta. La situación de Pakistán demostraba que el equilibrio de poder en el sur de Asia estaba inevitablemente ligado a la vigilancia y desconfianza mutua entre las potencias nucleares de la región.
Fuente: India.com
Foto: Tribuna Abierta