Los gatos son criaturas excepcionalmente perceptivas que captan señales no verbales emitidas por las personas, como tensión muscular o tono de voz. Si detectan signos de tensión, miedo o agresión, es probable que se sientan incómodos o amenazados, lo que los lleva a evitar el contacto con esas personas.

La experiencia pasada también desempeña un papel importante en el comportamiento de un gato. Con memorias a largo plazo, pueden recordar interacciones negativas o estresantes con individuos específicos. Si un gato ha sido maltratado o asustado por alguien en el pasado, es probable que evite a esa persona incluso en situaciones seguras.

La personalidad única de cada gato también influye en su interacción con las personas. Al igual que los humanos, tienen preferencias y temperamentos individuales. Mientras algunos gatos pueden ser sociables y amigables con casi cualquier persona, otros pueden ser más reservados y selectivos en cuanto a sus interacciones sociales.

Por lo tanto, aunque una persona puede disfrutar de una relación cercana con un gato, otra persona puede encontrarse con la evasión del mismo gato debido a diferencias en la energía, el comportamiento pasado y la personalidad de ambos. Es importante respetar los límites y las preferencias de cada gato para garantizar una interacción positiva y respetuosa.